Sistema Somatosensorial

El sistema somatosensorial o somatosensitivo –literalmente, el sistema del “sentido del cuerpo”-, al igual que el resto de los sistema sensoriales, debe detectar los eventos físicos del mundo (presión, vibración, calentamiento-enfriamiento y daño tisular -que da lugar a la sensación de dolor-), por medio de los receptores sensoriales cutáneos y subcutáneos, (mecanorreceptores, termoreceptores y nocireceptores), que realizarán una transducción sensorial de la información de los eventos físicos a señales eléctricas que el cerebro puede interpretar (impulsos nerviosos); el impulso nervioso asciende por los axones de las células receptoras hasta llegar a la médula espinal, sube entonces por la médula hacia el encéfalo, esto lo hace a través de varias vías ascendentes que se encuentran paralelas a lo largo de la médula espinal, el tronco del encéfalo y el tálamo; finalmente llega a la corteza cerebral, primero a la corteza somatosensitiva primaria en la circunvolución poscentral del lóbulo parietal y desde aquí se proyecta a las corteza de asociación de orden superior también en el lóbulo parietal, y de nuevo a las estructuras subcorticales involucradas en el procesamiento de la información somatosensitiva.
 Si bien la información se interpreta en las diversas áreas de la corteza, el sistema debe procesar la información a medida que se transmite al cerebro, realizando el análisis de algunas características de la información en centros especializados inferiores con lo que el cuerpo puede responder de manera automática e inconsciente a los estímulos antes de que la información llegue a la corteza (este sistema te sirve para levantarte del asiento antes de que sepas que te has sentado sobre la plancha encendida). Cuando la información llega a la corteza, finalmente se construye la experiencia perceptual, y tomamos conciencia de los estímulos.


El sistema somatosensitivo puede recibir información tanto externa como interna, es decir, tiene una doble función: por una lado es exteroceptivo y percibe el mundo que nos rodea, sirviéndose de receptores exteroceptivos (así podemos por ejemplo sentir que el muro en el que estamos recargados está frio); y por otro lado es interoceptivo, es decir, proporciona información sobre la posición de los segmentos corporales relacionados entre sí y sobre la posición del cuerpo en el espacio; así como la información de los acontecimientos corporales internos, esto sirviéndose de receptores interoceptivos (así por ejemplo, sabemos que estamos de pie, pero con un apoyo ya que estamos recargados en el muro). 

Adicionalmente el sistema somatosensitivo es un sistema múltiple compuesto por varias submodalidades, dentro de las que podemos mencionar las siguientes:
  1. Hapsis que es la percepción de los objetos utilizando los receptores de tacto fino y presión
  2. La Propiocepción o percepción de la conciencia corporal; y la
  3. Nocicepción es decir, la percepción de estímulos desagradables, incluidos el dolor y la temperatura.

 Cada una de estas tres submodalidades es mediada por diversos receptores. Trabajando en conjunto, estos subsistemas nos permiten interactuar con el mundo, identificando las formas y texturas de los objetos, controlando las fuerzas internas y externas que actúan sobre el organismo y detectando aquellas situaciones que pueden ser nocivas. 

Cuatro aspectos: 
a) La localización de la experiencia -la parte del cuerpo que percibe las sensaciones
b) La cantidad de intensidad de la experiencia -una presión fuerte o débil, ligeramente caliente o muy fría 
c) La duración del estímulo -su brevedad o permanencia-, y 
d) La cualidad de la experiencia –presión, vibración, temperatura o daño tisular
Con respecto a este último aspecto, en la estimulación táctil, la presión es provocada por la deformación mecánica de la piel, lo que proporciona información acerca de fuerza y dureza; la vibración se produce al frotar una superficie texturizada (como cuando frotamos algo con los dedos), lo que aporta información acerca de la rugosidad; la temperatura se origina por los cambios en el frío o calor de un objeto; y el daño tisular se ocasiona por eventos físicos que destruyen el tejido.

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